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Nebra

José de Nebra (1702-1768)
Dos Lamentaciones y Oficio de Difuntos para Fernando VI y Bárbara de Braganza

 

ESTIL CONCERTANT
soprano: ESTRELLA ESTEVEZ
VICTORIA Cor de Cambra de València
director: JOSEP R. GIL-TÀRREGA

© Sociedad Española de Musicología
DISCAN DCD/106
Grabación efectuada en abril de 1999,
en la Parroquia de la Santísima Cruz del Barrio de El Carmen de Valencia.
Dirección artística: Marisa Esparza
Producción ejecutiva: Isabel Blasco
Textos: Mª Salud Álvarez
Técnico y asesor de grabación: Juan Luís Martínez

EL AUTOR:
José de Nebra Blasco (Calatayud, 1702 – Madrid, 1768) es uno de los más destacados compositores españoles del siglo XVIII. Vivió los años de su infancia en Cuenca, ciudad en la que su padre era organista de la catedral y más tarde maestro de Capilla. Se trasladó a Madrid por su formación musical, donde en 1716 ya ocupaba la plaza de organista del Monasterio de las Descalzas Reales. En 1724 pasó a ocupar una de las dos primeras plazas de organista de la Capilla Real, bajo el corto reinado de Luis I. Esta plaza la conservó hasta 1749, ya que, a raíz de la reforma de la plantilla de esta institución, pasó a ser su organista principal.


Justamente por ocupar esta plaza, Fernando VI lo designó, en 1751, vicemaestro de la Capilla Real y vicerrector del Colegio de Niños Cantorcitos. Asimismo, más tarde, en 1761, bajo el reinado de Carlos III, se le confió la enseñanza musical del infante don Gabriel. Ocupó, por tanto los principales puestos profesionales debido a sus dotes interpretativas y creadoras, en las que alcanzó un gran prestigio y reconocimiento.
En la obra de José de Nebra pueden apreciarse dos etapas claramente diferenciadas. La primera está dominada por sus obras dramáticas y abarca desde 1723 hasta 1751. Su vinculación con la Casa de Osuna –era músico de cámara del duque hacia 1722- lo pone en contacto con personajes relacionados con el mundo de la escena, en especial el dramaturgo José de Cañizares. Escribió composiciones para los diversos géneros teatrales que se programaban durante la primera mitad del siglo XVIII, sin embargo, son sus zarzuelas las obras más notables de su producción, entre las que destacan “Viento es la dicha de amor”(1743), “Cautelas contra cautelas y el rapto de Ganimedes”(1745) -escrita con motivo de la inauguración del reconstruido teatro del Príncipe- o “Para obsequio a la deydad, nunca es culto la crueldad” y “Iphigenia en Tracia”(1747).
No obstante su larga trayectoria en los ámbitos teatrales, a partir de 1747, es decir, en los comienzos del reinado de Fernando VI y María Bárbara de Braganza, empieza a componer sus primeras obras religiosas y a la organización de la Real Capilla, junto al maestro Francisco Courcelle. Asimismo participa en la intensísima vida musical de la Corte, en la que sobresalían las figuras de Domenico Scarlatti y Carlos Broschi, Farinelli. De esta época, en que se sitúa en el vértice de la jerarquía musical, data su amplia producción de música sacra. Con estas obras religiosas, José de Nebra, como también haría Courcelle, intenta llenar el vacío que el incendio del Real Alcázar, en 1734, había ocasionado en el archivo musical de la Capilla Real madrileña; de ahí su elevado número y su diversidad de formas.
Estas partituras se ajustan en su mayoría al criterio compositivo de la época y de un específico centro musical como era la regia capilla: obras a ocho voces, dividida en dos coros, con un amplio acompañamiento instrumental, brillantes, extensas y en donde se combinan la homofonía con el contrapunto, y los estrictos principios de la música religiosa española con los innovadores de la música italiana.
Sus escasas obras para tecla, al menos las conservadas, son fruto de otra de sus facetas profesionales, pues se dedicó también a la enseñanza musical. Pueden mencionarse como destacados discípulos suyos, los compositores José Lidón, el Padre Antonio Soler o su sobrino Manuel Blasco de Nebra.
No es de extrañar, pues, que ante tal brillante trayectoria y dado sus innegables méritos como compositor, algunos documentos de la época, de por sí fríos y poco comunicativos en referencias personales, reflejen su capacidad creativa, y el respeto y admiración que sentían por él los músicos contemporáneos.

 


LAMENTACIONES SEGUNDAS DE JUEVES SANTO:


José de Nebra escribió varios juegos de Lamentaciones, entre 1752 y 1764, para la celebración de los maitines del Triduo Sacro en la Capilla Real. En las dos Lamentaciones segundas incluidas en el registro, el autor se inclina por la expresión musical más íntima de una voz solista de soprano, frente a la sonoridad plena de los coros con que suele realizar las Lamentaciones primeras y terceras. El conjunto instrumental que la acompaña está formado por flautas, violines, viola y bajo continuo.
El texto, tomado de los “trenos” de Jeremías, expresa el lamento del profeta por la destrucción de Jerusalén, la ruina de su templo y la extrema miseria de su pueblo, expuesto a la esclavitud. La Iglesia compara el llanto de Jeremías con el de Jesucristo, que en medio de sus dolores exhortaba al pueblo de Jerusalén a llorar la última ruina de la ciudad y del templo; de ahí que este poema sagrado se utilizara en las tres lecturas del primer nocturno de los maitines de Jueves, Viernes y Sábado Santo. Las estrofas de estos “trenos” están numeradas con las letras del alfabeto hebreo. Estas letras siguen un tratamiento melismático, pero por el contrario, se tiende al silabismo en el texto. Y en esto Nebra sigue la tradición.

OFICIO DE DIFUNTOS PARA LAS HONRAS DE FERNANDO VI Y BÁRBARA DE BRAGANZA:


El Invitatorio polifónico, el Salmo “Domine, ne in furore” y las dos Lecciones de difuntos “Parce mihi Domine” y “Taedet animam meam” de José de Nebra constituyen, en conjunto, el “Officium Defunctorum”, escrito en 1758, para las honras fúnebres de la reina María Bárbara de Braganza. Esta misma circunstancia lo llevó a componer su conocida “Misa de Réquiem”, una de las páginas más bellas de la música religiosa española de su época. Este Oficio de difuntos y esta misa se ejecutarían también con motivo del fallecimiento del rey Fernando VI al año siguiente. No obstante, para esta ocasión compuso Nebra un nuevo “Invitatorio” - más brillante, con acompañamiento instrumental y no a capella como el anterior -, y el salmo “Venite, exsultemus”, en el que el canto llano se sustituye por una composición a ocho voces acompañadas por el conjunto instrumental.


El “Invitatorio” de 1758 para las honras fúnebres de la reina se ofrece al término del “Officium Defunctorum”, como testimonio del quehacer compositivo de Nebra. En esta pieza, realizada en polifonía a cinco voces (S.S.A.T.B.) y sin acompañimiento instrumental, se alterna el canto llano del salmo “Venite” con la elaboración polifónica de “Regem cui omnia”, según los cánones más estrictos de la tradición musical española.
Nebra compone atendiendo estrictamente a la liturgia de la Iglesia y dentro del estilo de la música religiosa española, si bien en ciertas ocasiones se deja sentir la influencia italiana.


El “Invitatorio” de 1759 está escrito para voces agrupadas en dos coros: un coro agudo de solistas acompañado de un coro en el que aparecen las cuatro cuerdas vocales, cuya función es reforzar, acompañar y dialogar con el primero. Nebra selecciona para cada sección unos determinados recursos, los que resultan idóneos para expresar el sentido del texto, como la voz solista del tenor en “Quadraginta annis” para las palabras que pronuncia Yahveh. Asimismo, busca el contraste para articular la pieza, según un principio básico del periodo barroco: la homofonía se opone así a los pasajes contrapuntísticos o imitativos y a la polaridad melodía-bajo. La primera pieza de este “Oficio” combina el “Invitatorio, Regem” con el salmo “Venite”. Se trata de una composición escrita en Fa M, articulada en siete secciones, dividida cada una en dos periodos. Sólo al final se añade “Requiem” – es la fe en el más allá la que proporciona la fuerza inspiradora -, antes de repetir el “Invitatorio”: una manera de concluir cíclicamente la pieza.

 

 

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