7. La rehumanizacion de la poesia.doc

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Veamos ahora un breve poema del más genuino representante del culturalismo: José María Álvarez (Cartagena, 1942)

Unidad 7. La poesía española tras la Guerra Civil

 

LA REHUMANIZACIÓN DE LA POESÍA

 

Jaime Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) es el poeta español de posguerra que más ha influido en las generaciones posteriores. Tres rasgos caracterizan su trayectoria creadora: actitud intelectual e inteligente, manifestada en su afición a la paradoja y la sorpresa; distanciamiento irónico, que en algunos casos puede llegar a una  apariencia de cinismo; y expresión conversacional o coloquial, de manera que Carlos Bousoño llegó a definir su estilo con estas palabras: “Cantar como se habla”.

 

 

Idilio en el café

 

Ahora me pregunto si es que toda la vida

hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,

la mano ante los ojos —qué latido

de la sangre en los párpados— y el vello

inmenso se confunde, silencioso,

a la mirada. Pesan las pestañas.

 

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,

rostros vagos nadando como en un agua pálida,

éstos aquí sentados, con ojos vivientes?

La tarde nos empuja a ciertos bares

o entre cansados hombres en pijama.

 

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio

arriba, más arriba, mucho más que las luces

que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.

Queda también silencio entre nosotros,

silencio

                y este beso igual que un largo túnel.

 

 

Contra Jaime Gil de Biedma

 

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,

dejar atrás un sótano más negro

que mi reputación —y ya es decir—,

poner visillos blancos

y tomar criada,

renunciar a la vida de bohemio,

si vienes luego tú, pelmazo,

embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,

zángano de colemena, inútil, cacaseno,

con tus manos lavadas,

a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

 

Te acompañan las barras de los bares

últimos de la noche, los chulos, las floristas,

las calles muertas de la madrugada

y los ascensores de luz amarilla

cuando llegas, borracho,

y te paras a verte en el espejo

la cara destruida,

con ojos todavía violentos

que no quieres cerrar. Y si te increpo,

te ríes, me recuerdas el pasado

y dices que envejezco.

 

Podría recordarte que ya no tienes gracia.

Que tu estilo casual y que tu desenfado

resultan truculentos

cuando se tienen más de treinta años,

y que tu encantadora

sonrisa de muchacho soñoliento

—seguro de gustar— es un resto penoso,

un intento patético.

Mientras que tú me miras con tus ojos

de verdadero huérfano, y me lloras

y me prometes ya no hacerlo.

 

Si no fueses tan puta!

Y si yo supiese, hace ya tiempo,

que tú eres fuerte cuando yo soy débil

y que eres débil cuando me enfurezco...

De tus regresos guardo una impresión confusa

de pánico, de pena y descontento,

y la desesperanza

y la impaciencia y el resentimiento

de volver a sufrir, otra vez más,

la humillación imperdonable

de la excesiva intimidad.

 

A duras penas te llevaré a la cama,

como quien va al infierno

para dormir contigo.

Muriendo a cada paso de impotencia,

tropezando con muebles

a tientas, cruzaremos el piso

torpemente abrazados, vacilando

de alcohol y de sollozos reprimidos.

Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,

y la más innoble

que es amarse a sí mismo!

 

 

 

 

 

-Analiza la función del paralelismo en "Amor más poderoso que la vida"

-Describe la situación recreada por el poeta en "Idilio en el café".

-Comenta los elementos realistas del último poema.

 


Ángel González

Dentro del grupo de los años 50, Ángel González (Oviedo, 1925-2008) se caracteriza por mantener una actitud crítica ante su entorno, expresada a través de una refinada ironía y un lenguaje coloquial que no ocultan una permanente preocupación por los temas fundamentales de la existencia del ser humano: el amor, la muerte, el paso del tiempo. Sus libros principales son Sin esperanza, con convencimiento (1961), Tratado de urbanismo (1967)  y la recopilación de toda su obra poética bajo el título de Palabra sobre palabra (1986).

 

 

Otro tiempo vendrá distinto a este

 

Otro tiempo vendrá distinto a éste.

Y alguien dirá:

«Hablaste mal. Debiste haber contado

otras historias:

violines estirándose indolentes

en una noche densa de perfumes,

bellas palabras calificativas

para expresar amor ilimitado,

amor al fin sobre las cosas

todas».

 

Pero hoy,

cuando es la luz del alba

como la espuma sucia

de un día anticipadamente inútil,

estoy aquí,

insomne, fatigado, velando

mis armas derrotadas,

y canto

todo lo que perdí: por lo que muero.

 

 

Ayer

 

Ayer fue miércoles toda la mañana.

Por la tarde cambió:

se puso casi lunes,

la tristeza invadió los corazones

y hubo un claro

movimiento de pánico hacia los

tranvías

que llevan los bañistas al río.

 

A eso de las siete cruzó el cielo

una lenta avioneta, y ni los niños

la miraron.

              Se desató

el frío,

alguien salió a la calle con sombrero,

ayer, y todo el día

fue igual,

ya veis,

qué divertido,

ayer y siempre ayer y así hasta ahora,

continuamente andando por las calles

gente desconocida,

o bien dentro de casa merendando

pan y café con leche ¡qué

alegría!

 

La noche vino pronto y se encendieron

amarillos y cálidos faroles,

y  nadie pudo

Impedir que al final amaneciese

el día de hoy,

tan parecido

pero

¡tan diferente en luces  y en aroma!

 

Por eso mismo,

porque es como os digo,

dejadme que os hable

de ayer, una vez más

de ayer: el día

incomparable que ya nadie nunca

volverá a ver jamás sobre la tierra.

              (Sin esperanza, con convencimiento)

 

 

 

Inventario de lugares propicios al amor

 

              Son pocos.

La primavera está muy prestigiada,  pero

es mejor el verano.

Y también esas grietas que el otoño

forma al interceder con los domingos

en algunas ciudades

ya de por sí amarillas

como plátanos.

El invierno elimina muchos sitios:

quicios de puertas orientadas al norte,

orillas de los ríos,

bancos públicos.

Los contrafuertes exteriores

de las viejas iglesias

dejan a veces huecos

utilizables aunque caiga nieve.

Pero desengañémonos: las bajas

temperaturas y los vientos húmedos

lo dificultan todo.

Las ordenanzas, además, proscriben

la caricia (con exenciones epidérmicas

-sin interés alguno-

en niños, perros y otros animales)

y el “no tocar, peligro de ignominia”

puede leerse en miles de miradas.

¿A dónde huir entonces?

Por todas partes ojos bizcos,

córneas torturadas,

implacables pupilas,

retinas reticentes,

vigilan, desconfían, amenazan.

Queda quizá el recurso de andar solo,

de vaciar el alma de ternura

y llenarla de hastío e indiferencia,

en este tiempo hostil, propicio al odio.

                            Tratado de urbanismo

 

 

 

 

 

 

 

 

-Señala el tema de cada uno de los poemas.

-Explica los elementos metaliterarios de “Otro tiempo vendrá distinto a este”.

-Analiza la ironía y la presencia de lo cotidiano en los dos últimos poemas.

-¿Qué rasgos del grupo poético de los años 50 encuentras en estos textos?

 

 


Claudio Rodríguez

Claudio Rodríguez (Zamora, 19341999), perteneciente a la generación del 50, publicó con 18 años un libro que causó admiración generalizada: Don de la ebriedad (1952), donde aparece la poesía como un éxtasis y un regalo capaz de ofrecer una nueva visión del mundo. Los libros posteriores Conjuros (1958), El vuelo de la celebración (1976) y Casi una leyenda (1991) combinan el canto a la vida sencilla en los pueblos castellanos la cosecha, los mesones, la vendimia con un tono vitalista que recupera el tema universal del amor.

 

 

Como si nunca hubiera sido mía     

 

Como si nunca hubiera sido mía,

dad al aire mi voz y que en el aire

sea de todos y la sepan todos

igual que una mañana o una tarde.

 

Ni a la rama tan sólo abril acude

ni el agua espera sólo el estiaje.

 

¿Quién podría decir que es suyo el viento,

suya la luz, el canto de las aves

en el que esplende la estación, más cuando

llega la noche y en los chopos arde

tan peligrosamente retenida?

 

¡Que todo acabe aquí, que todo acabe

de una vez para siempre! La flor vive

tan bella porque vive poco tiempo

y, sin embargo, cómo se da, unánime,

dejando de ser flor y convirtiéndose

en ímpetu de entrega. Invierno, aunque

no está‚ detrás la primavera, saca

fuera de mí lo mío y hazme parte,

inútil polen que se pierde en tierra

pero ha sido de todos y de nadie.

 

Sobre el abierto páramo, el relente

es pinar en el pino, aire en el aire,

relente sólo para mi sequía.

Sobre la voz que va excavando un cauce

qué sacrilegio este del cuerpo, este

de no poder ser hostia para darse.

 

(Don de la ebriedad)

 

 

 

 

 

 

 

 

Nuevo día

 

Después de tantos días sin camino y sin casa

y sin dolor siquiera y las campanas solas

y el viento oscuro como el del recuerdo

llega el de hoy.

 

Cuando ayer el aliento era misterio

y la mirada seca, sin resina,

buscaba un resplandor definitivo,

llega tan delicada y tan sencilla,

tan serena de nueva levadura

esta mañana...

 

Es la sorpresa de la claridad,

la inocencia de la contemplación,

el secreto que abre con moldura y asombro

la primera nevada y la primera lluvia

lavando el avellano y el olivo

ya muy cerca del mar.

 

Invisible quietud. Brisa oreando

la melodía que ya no esperaba.

Es la iluminación de la alegría

con el silencio que no tiene tiempo.

Grave placer el de la soledad.

Y no mires el mar porque todo lo sabe

cuando llega la hora

adonde nunca llega el pensamiento

pero sí el mar del alma,

pero sí este momento del aire entre mis manos,

de esta paz que me espera

cuando llega la hora

—dos horas antes de la media noche—

del tercer oleaje, que es el mío.

 

(Casi una leyenda)

 

 

 

 

 

 

 

-Resume el tema de cada texto.

-Comenta la función de la naturaleza en el primer poema.

-Señala las partes principales de “Nuevo día”.

 

 

 


Francisco Brines

Francisco Brines (Valencia, 1932), heredero de la gran tradición poética mediterránea, ha sido considerado también el poeta metafísico de su generación por su persistencia en tratar los grandes temas de la poesía de todos los tiempos: el amor, la amistad, el paso del tiempo, la vejez y la muerte. Su primer libro Las brasas (1960) obtuvo el Premio Adonais, además de plantear un motivo recurrente en toda su producción: el sentimiento de la pérdida del paraíso.

 

Collige, virgo, rosas

 

Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.

Y enciéndete en la noche que ahora empieza,

y entre tantos amigos (y conmigo)

abre los grandes ojos a la vida

con la avidez preciosa de tus años.

La noche, larga, ha de acabar al alba,

y vendrán escuadrones de espías con la luz,

se borrarán los astros, y también el recuerdo,

y la alegría acabará en su nada.

Mas aunque así suceda, enciéndete en la noche,

pues detrás del olvido puede que ella renazca,

y la recobres pura, y aumentada en belleza,

si en ella, por azar, que ya será elección,

sellas la vida en lo mejor que tuvo,

cuando la noche humana se acabe ya del todo,

y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,

que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.

 

 

Con quién haré el amor

 

En este vaso de ginebra bebo

los tapiados minutos de la noche,

la aridez de la música, y el ácido

deseo de la carne. Sólo existe,

donde el hielo se ausenta, cristalino

licor y miedo de la soledad.

Esta noche no habrá la mercenaria

compañía, ni gestos de aparente

calor en un tibio deseo. Lejos

está mi casa hoy, llegaré a ella

en la desierta luz de madrugada,

desnudaré mi cuerpo, y en las sombras

he de yacer con el estéril tiempo.

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